Imagina que estás en un avión y el piloto dice que hay un mal funcionamiento (esperemos que esto nunca suceda). El avión está a punto de estrellarse y la única opción que te queda es saltar del avión con o sin paracaídas. ¿Qué sería más arriesgado: lanzarse en paracaídas o sin paracaídas?
Probablemente tomarás el paracaídas (yo también lo haría), pero ¿es esta opción menos arriesgada? Según la ISO 31000 sobre Gestión de Riesgos, un riesgo puede entenderse como el efecto de la incertidumbre sobre los objetivos. El riesgo sería la parte de la incertidumbre que podemos medir de alguna manera (frecuentemente en términos de probabilidad e impacto).
Entonces, analicemos la situación del paracaídas por un minuto. Si saltas con paracaídas, digamos que enfrentarás tres posibles resultados: a) 80 % de probabilidad de sobreviva sin problemas, b) 19 % de probabilidad de que aterrice y se lesione, y c) 1 % de probabilidad de que muera. Ahora, si no tomas el paracaídas, lo más seguro es que mueras (100% de probabilidad). La situación más incierta es, por tanto, saltar en paracaídas. Podríamos decir que el paracaídas es la opción más arriesgada, ¿no?
Este análisis está incompleto. Nos falta un elemento clave en la forma en que evaluamos los riesgos: cuál es nuestro objetivo. Evaluamos los riesgos de acuerdo con lo que nos gustaría lograr, no sobre la base de datos vacíos. Esto significa que adoptamos un enfoque del riesgo orientado a objetivos siguiendo un principio básico: necesitamos aceptar incertidumbres para lograr nuestros objetivos. Como queremos sobrevivir a nuestro salto del avión, la opción que nos da menos incertidumbre (y por tanto menos riesgo) es hacerlo en paracaídas.
El mismo principio se aplica a los riesgos relacionados con la sustentabilidad. Sin embargo, a veces el objetivo puede estar fuera de lugar o incluso ser demasiado estrecho para implementar una evaluación de riesgos útil. Déjame darte un ejemplo para aclarar este punto. Los gerentes están cada vez más preocupados por los riesgos financieros relacionados con el cambio climático (y deberían estarlo). Al centrarse en reducir las pérdidas financieras, las empresas pueden suponer que el cambio climático les está ocurriendo a ellos y descartar su propia responsabilidad en el problema. Una confusión similar puede ocurrir cuando se evalúan riesgos sociales como los relacionados con los derechos humanos. Como resultado, las decisiones destinadas a gestionar los riesgos no son efectivas. Mientras se trata de proteger a la empresa, se olvidan de aquellos que enfrentan los mayores impactos.
Los riesgos sociales y ambientales ciertamente tendrán consecuencias en los resultados financieros y en otros objetivos. Pero el enfoque de la evaluación no debe colocarse sólo en la empresa, sino que en aquellos que se ven afectados por los riesgos (las personas y el medio ambiente, incluida la biodiversidad). Podemos referirnos a eso como un enfoque de evaluación de riesgos centrado en la sustentabilidad. Si nuestro objetivo es realmente lograr una mayor sostenibilidad, nuestras evaluaciones de riesgos y decisiones deberían reflejarlo. ¿El punto de partida? Necesitamos entender qué significa la sustentabilidad para nosotros y cómo contribuimos positiva y/o negativamente a ella. Este suele ser el alcance de una evaluación de materialidad, algo que discutiremos en otro blog.
By Luis D. Torres, PhD.
Director Asociado en ASG e Impacto
Certificated Green and Sustainable Finance Professional